Paletos

Hace años sufrí un espectacular accidente de coche, afortunadamente sin consecuencias. Bueno, sin consecuencias... me quedé sin coche y tal vez parte de mi atolondramiento habitual sea fruto de los talegazos que recibí en el coco aquél día. Me dormí y mi coche no supo mantenerse en la carretera él solito, así que decidió darse unas volteretas conmigo dentro e ir esparciendo sus piezas a lo largo de más de cien metros de campo. Aunque no perdí el conocimiento estuve sonao varios días; debí de quedar algo así como el boxeador que se levanta de la lona absolutamente desorientado después de haber recibido una serie de recaditos bien dados.

Uno de los inconexos recuerdos que guardo de los instantes posteriores al accidente es una conversación con un guardia civil. Él observaba mi carnet de identidad que mantenía en una mano -imagino que se lo di yo, pero eso no lo recuerdo- mientras con la otra me sujetaba, casi abrazaba, ayudándome en mi lamentable estado. La conversación fue algo así:

- Guardia Civil: "Y ¿a dónde dice que iba usted?"

- Yo mimmo: "A trabajar."

- "¿A trabajar?"

- "Sí"

- "Pero ¿de dónde es usted?"

- "De Madrid."

- "Pues aquí dice que nació en Pontevedra."

- "Bueno, sí. Pero llevo casi toda mi vida en Madrid."

- "Ah, entonces vive usted en Madrid."

- "Sí"

- "Pero su coche, bueno, lo que queda de él, tiene matrícula de Ávila..."

- "Sí"

- "Y... ¿dice usted que iba a trabajar?"

- "Sí"

- "Pero estamos en la provincia de Guadalajara ¿dónde trabaja usted?"

- En Teruel.

- "... joder ..."

Aún no sé lo que motivó este último comentario del guardia civil. Supongo que, intuyendo que los golpes me habían dejado pelín agilipollao, no daba mucho crédito a lo que yo le respondía pero, sin duda, se sorprendió por el cóctel provincial. En un momento de mayor lucidez -por mi parte, no por la del guardia civil- fui capaz de explicarle con algo más que monosílabos los avatares de mi familia, las particularidades de mi trabajo y el porqué de aquella macedonia de provincias. Lo siguiente que recuerdo es la sensación de la camilla introduciéndose en la ambulancia.

Lo que no le conté al guardia, al menos no lo recuerdo, es que también trabajé dos años en Huelva, que tengo familia en Valencia, Girona, Barcelona y Huesca, que mi hermano se ha comprado una casa más allá de Alcorcón, que la familia de mi mujer es de un precioso pueblecito de Cáceres, que me emociona cada vez que he podido rezarle una Salve a la Pilarica en Zaragoza, que llevo ahora tres años trabajando en Ciudad Real, que me parece una auténtica pasada la Semana Santa en Málaga, que disfruto como un enano cada vez que visito Toledo o me zampo un cochinillo en Segovia... que me gusta España y que estoy hasta los cojones de nacionalismos.

Y ahí quería llegar. ¿Hay algo más ridículo que los nacionalismos? Y lo escribo en plural conscientemente. ¿Hay algo más paleto que la frase "mi pueblo es el mejor"? Todo aquél que siente ese afán diferenciador, que tiene la necesidad de distanciarse del vecino, está reconociendo su absoluta ignorancia a propósito de cuanto le rodea. Lo dicho, no hay nada más paleto. Ya dijo no sé quién que "El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando" y yo lo suscribo plenamente.

Raro es quien puede asegurar que su ascendencia proviene sólo de una región determinada, sin mezclas. Y aunque así fuese ¿es que en esa región sólo ha habido astures, celtas, árabes, romanos, fenicios o íberos? ¿Sin mezclarse? Enga ya... la raza aria, pura ¿a qué me suena esto?

Por mi trabajo he tenido la suerte de viajar mucho, por dentro y fuera de España. Y en esta experiencia he encontrado, efectivamente, nacionalistas en Cataluña, Galicia o Vascongadas. Pero son minoría. He visto fundamentalistas en países árabes. Pero son minoría. He escuchado gente verdaderamente necesitada de vivir en una región a la que se reconozca como nación. Pero son absoluta minoría. Y en sus comportamientos rupturistas aderezados con la connivencia de nuestro deplorable gobierno, existe el grave peligro del agravio comparativo y de la confrontación. Exigen para sí más de lo que se le da al vecino, quieren ser distintos, privilegiados, los primeros de la fila. ¿Cuánto tardará el resto de esa fila en pedir lo mismo? Semillas de enfrentamientos que no tardarán en germinar. Ya nos han advertido de este peligro cabezas tan distantes y bien amuebladas como las de Ramón Tamames o José María Aznar.

Y digo yo, si son minoría... ¿por qué coño les dejamos que se apoderen de los medios de comunicación y nos bombardeen con mensajes que nada nos importan hasta crearnos la necesidad de posicionarnos al respecto? ¿Por qué coño dejamos que se haga un mundo de las declaraciones de un payaso que apenas nadie conoce? ¿Por qué coño permitimos que una televisión pública fomente estos enfrentamientos con nuestro propio dinero? ¿Por qué coño consentimos que un provocador nacionalista catalán, hijo de aragoneses, y que representa a un ínfimo porcentaje del pueblo catalán, tenga la llave del gobierno de toda España? ¿Nos merecemos un gobierno tan vendido y débil?

Señores nacionalistas: háganse y hágannos un favor. Viajen un poquito, porfa. Verán que además de butifarra y fuet existe la morcilla, de arroz y de cebolla, incluso de mezcla. Además del chacolí, uno puede mamarse estupendamente con rioja, ribeiro, manzanilla o valdepeñas. Y ya que salen, se lo ruego, viajen lejos, muy lejos, mucho más lejos. Nos harán un doble favor: descubrirán las virtudes de otros pueblos (y con un poco de suerte puede que algo se les pegue) y, lo mejor de todo, tardarán mucho en volver. Así estaremos los demás en la gloria, extremeños, catalanes, madrileños, vascos, gallegos, aragoneses... cada uno en su casita o mezcladitos, pero en la gloria, sin nadie que nos diga que el vecino es un mamón o que su Rh es de pura cepa.

Mars Upial.