15 marzo, 2006

Xixarro dixit

Mi amigo Xixarro quiso hacer un comentario a mi post de ayer pero finalmente no pudo y me envió sus reflexiones por e-mail. Ya que su intención inicial era hacer público su comentario, imagino que no le molestará que lo edite yo. Me permito por tanto la licencia de reproducir aquí su mensaje y lo hago también por entender que muchos de nosotros nos sentimos así en aquellos momentos, tal y como él describe. Y lo hace estupendamente.
Gracias amigo. Aquí está tu comentario:
No voy a añadir mucha cosa a la que tú ya escribes, porque no es mi intención, pero recordando esa fecha, recuerdo también un comentario de un famoso locutor de radio que, gustos aparte, narraba en ese momento (a fecha pasada, es decir, unos días después del horrible atentado), un gesto en el rostro de los madrileños, un gesto que también estaba en mi faz.

Recuerdo cuando me enteré de los atentados del 11-M. Estaba desayunando en casa, antes de partir para el trabajo y las noticias de la mañana (suelo ver Telecinco), anunciaban un atentado con bombas múltiple y escalonado en Madrid. Durante el día hice varios desplazamientos en coche y, de esta forma, me iba enterando de la evolución de los acontecimientos. No me creía lo que estaba escuchando y mi rabia se dirigió, evidentemente, a los perros más cercanos que tenemos, nuestros vecinos de E.T.A.. Recuerdo también que comentaba con muchos de mis compañeros de trabajo que lo que hiciera con la información acerca de este atentado el Partido Popular sería crucial para las elecciones, así como el aprovechamiento que pudiera sacar el PSOE de todo esto. No pretendo ahora criticar a ninguno de ellos; no es el fin de este correo, pero sí recuerdo, y es lo que quiero contar, lo siguiente y que tiene relación con el comentario del locutor radiofónico al que hago referencia al principio de este correo: la cara de incredulidad, de vacío, de pena, de infinita y profunda pena interior. Créeme, que me dolía como nunca me ha afectado una noticia como ésta. No tanto por el número de víctimas. El atentado del 11-S sufrido por los Estados Unidos superaba con creces este número y aún así y respetando todo lo respetable del suceso y sintiéndolo por las personas que murieron descuartizadas por los escombros de las dos moles de acero y hormigón al desplomarse (sus familiares no pudieron recuperar nada reconocible de sus seres queridos), no los sentí tan cerca como a los madrileños esa mañana, ese día siguiente, esos días posteriores. Cuando el locutor mencionó que, de camino a casa, de camino a la noticia, de camino al trabajo y en los semáforos, en los conductores dentro de sus vehículos o en los peatones, advertía ese rictus en el rostro, caí en la cuenta que yo también lo presentaba.

Pero hubo algo que me hizo sentir orgulloso. Orgulloso de ser español (sin calificativos nacionalistas, por favor), pero sobre todo, de ser racional y ciudadano. Y también me dió una falsa envidia: la reacción de los madrileños al atentado, que ahora recuerdo no poco emocionado, y que me dió más esperanzas de que todo esto acabará algún día que ningún discurso de ningún gobierno de ninguna parte del mundo. Creo firmemente que si se pensara simplemente en hacer sonreír al que tienes enfrente, en lugar de crisparlo, el mundo sería bastante más feliz.

Y el día de las elecciones, fui a votar. Y, quiero creer que como muchos, independientemente del sentido de voto, lo hice más convencido que nunca de mi democracia y mi país y de sus gentes. Chico, muchos de vosotros, madrileños, tuvísteis la culpa. Os admiré, por vuestra energía, vuestra entrega y vuestra voluntad de superar aquel momento, y en mis pensamientos estuve con vosotros haciéndoos toda la compañía que mi pequeña talla permite.

Un abrazo, apañero :D
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