12 febrero, 2006

La sal de la tierra


Hoy he tenido la suerte de volver a coger firmas para el dichoso referéndum. Y digo suerte, porque he colaborado con mesas en distintos sitios de Madrid, y resulta muy instructivo comprobar la existencia de tantas realidades distintas en la misma ciudad, en el mismo Distrito: Ventas, Goya, Colón, Ayala... En realidad, a mí me debiera tocar un pie, lo del referéndum. Pero, qué queréis que os diga, mi alternativa consiste en quedarme en casa rabiando, subiéndome por las paredes con espumarajos en la boca. Mal asunto: no quiero acabar en Ciempozuelos o Leganés con una camisa larga de las que se atan por detrás. Así que prefiero trocar la mala uva en buen rollete y salir a pedirle a la gente su firma. Muy simbólico, tú.
Al principio sales y cuentas “Buenos días, estamos pidiendo firmas para un referéndum para que podamos afirmar la unión de España y la igualdad de todos los españoles”.
Al cabo de un rato te das cuenta de que tienes justo el tiempo de decir, apresurado, antes de que se te escape tu víctima: “recogemos firmas referéndum” y a veces casi no puedes añadir a tiempo “unidad España”. La gente te pregunta: ¿es lo del Estatut? ¿es lo del PP? ¿Usted quien es? Claro, te miran con cierta desconfianza porque están hartos de que les pidan dinero, de que les pidan cosas, de que abusen de su buena voluntad...
Las reacciones son de lo más interesante. Algunos chiflados te miran con odio, algún otro te insulta; otros sencillamente se hacen los interesantes y adoptan un aire de superioridad, como para que te sientas humillado, peazo fascista... Es la superioridad del progre sobre el pobre fachoso ignorante. Un consuelo es que, cada día, al volver a la sede, son cientos las firmas, a veces un millar. Algo bueno estaremos haciendo, que convencemos a tantos. Si es una estupidez, somos ya millones los estúpidos. ¡No estamos solos!
Como en el fondo soy un sentimental y un cursi, lo que más me emocionan son las firmas de personas mayores, que casi no saben escribir, con sus letras de molde inseguras: quieren participar, no están muy bien enteradas de qué está pasando, pero saben que no les gusta, no. Me encanta la democracia, me gusta cada día más la idea y la realidad de que el voto de cualquiera de estas personas sencillas y buenas vale tanto como el de un capullo como yo, con sus pretensiones. No tendrán un premio Nóbel en cada manga, no; pero yo tampoco. Y ellos son la sal de la tierra...

1 Comments:

Blogger Mars Upial said...

Hola LEB. Al fin te decidiste a escribir algo aquí. Bien, bien...

En ocasiones similares he vivido también experiencias de este tipo. Cuando te identificas con una opción política no puedes esperar hacer gracia a todos. Lo triste es que los defensores del "talante" sean los que menos lo practican ¿será que sólo lo profesan como imagen y luego hacen lo contrario? Será.

En cuanto a la "sal de la tierra", totalmente de acuerdo. Es emocionante comprobar cómo la gente participa humildemente con su firma, su voto, etc. en su intención de cambiar las cosas. Edificante, sí.

Mars Upial.

19:52  

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