24 septiembre, 2006

De vuelta

Llevo días queriendo retomar mi actividad “bloggera” pero no me centro. Y no es por falta de temas, porque desde abril que no escribo, ha llovido lo suficiente para motivar a cualquiera.

Pero para ir entrando en materia, para retomar la actividad, quiero reflexionar sobre actitudes genéricas, sobre comportamientos tan asimilados y repetidos que son norma de conducta en cualquier “progre” o “izquierdoso” que se precie.

Estoy harto de esos estigmas con los que constantemente se marca desde la izquierda a los que no son de su cuerda: que si fachas, que si franquistas, que si explotadores, que si anclados al pasado, que si déspotas... Sustantivos y adjetivos que, muchos de ellos, en sí mismos no son malos pero que se han cargado de connotaciones negativas por el constante repetir de los de siempre. Critican las actitudes que ellos mismos ejercitan constantemente y a la perfección, pero que arrojan cual dardo envenenado a los demás. Es el niño que, con los labios manchados de chocolate, acusa a su compañero de juegos de haber robado el pastel y lo repite tantas veces que, ante el silencio del otro, el castigo y el desprestigio recaerá sobre el inocente que rabiará de ira con su tripa vacía por no haber sabido hacer aflorar la verdad.

Y estoy harto, también, de no escuchar respuestas claras y contundentes por parte de los líderes del centro-derecha español a tantas y tan variadas tradicionales memeces. No me extraña que el vocinglero de la COPE –que más daño hace que favores- no se canse de llamarles “maricomplejines”.

La constancia de la izquierda en atribuir comportamientos y adjetivarlos, siempre les ha dado excelentes frutos. Ya sabemos que una mentira mil veces repetida llega a ser una indiscutible verdad. Qué no pasará entonces con una sandez un millón de veces iterada. Ya conocemos, a la fuerza, la excelente maquinaria propagandística de la izquierda y su excepcional manejo de los medios.

En el centro-derecha nos hemos creído que por hacer las cosas bien lo teníamos todo ganado y no es así. Aznar creyó que el bíblico “por sus obras le conoceréis”, sería suficiente tarjeta de presentación para posteriores compromisos. La excelente gestión de los ocho años de su gobierno sólo ha valido para que la gente le recuerde por la foto de las Azores y la intervención española en la guerra de Iraq. Un gran logro de la izquierda que no duda en desempolvar esa bandera y volver a airearla en los medios cada vez que les interesa, dados los excelentes frutos cosechados. ¿Por qué aún nadie en el PP se ha preocupado de explicar cuál y cómo fue la participación española en esa guerra? ¿Por qué no se recuerda la populista medida de retirar de allí a nuestras tropas para enviarlas posteriormente a escenarios similares –si no más caóticos y peligrosos- como Afganistán o Líbano? ¿Por qué nadie habla ya del fatídico y desgraciado accidente del helicóptero Cougar? ¿Cuánto tiempo se habló del Yakolev? ¿Era tan nefasta la gestión del Yak y tan buena la del envío de tropas a Afganistán, a donde se han mandado helicópteros que no son más que máquinas civiles pintadas de verde sin las mínimas medidas tecnológicas y de seguridad para afrontar con éxito misiones en zona de conflictos? ¿Qué ha pasado con la campaña de incendios veraniegos de Galicia? ¿Dónde se escuchan las voces críticas y machaconas contra esa desastrosa gestión de la Xunta? ¿Y los once muertos de Guadalajara mientras los responsables de Castilla-La Mancha estaban “missing”? ¿Se acuerdan ustedes del Prestige? ¿Y de “Nunca mais” y su frenética actividad, que ha tenido los santos cataplines de “reactivarse” sólo para acusar al PP de la autoría de los últimos fuegos? ¿Qué se ha vuelto a oír de ese afiliado al PSOE detenido por pirómano? ¿Y de aquél otro relacionado con el 11-M? ¿Y de afiliados y exafiliados que han hecho fortuna en Marbella? ¿Y del pelotazo de Seseña y de su formación socialista disuelta pero activa? ¿Alguien sigue la pista de los escándalos del Ayuntamiento de Sevilla y sus facturas falsas? ¿Y de las vergonzosas vacaciones de ZP en Canarias? ¿Y de los caprichos de “la Sonso” y sus monstruosos gastos derivados? ¿Por qué nadie comenta que los propios guardaespaldas de la “señora” no aguantan más de unos meses junto a ella? ¿Y aquello de usar medios públicos para fines privados, como el avión que trasladó a la familia presidencial a complacer sus caprichos veraniegos londinenses? ¿Sigo?

Tengo muchas más interrogantes y todas son debidas al éxito mediático, populista y demagógico de la izquierda. Con honrosas excepciones, la prensa se dedica a llenarnos la cabeza con las noticias que “ellos” quieren que escuchemos, una y otra vez, insistentemente. Hoy toca Aznar, otra vez, para machacarle aún más por sus sensatas declaraciones en las que habla del peligro del fundamentalismo islámico y del discurso de Benedicto XVI. Pero nadie escribe sobre Felipe y su viaje, sobre las oscuras o claras intenciones del mismo, sobre las alianzas, pactos o compromisos suscritos y en nombre de quién. No sabemos siquiera si el viaje fue orquestado por él mismo, es un enviado de ZP o es que pasaba por allí.

Al centro-derecha español le queda mucho que aprender de esta izquierda mediática, aunque sólo fuese para saber hacerle frente. El fracaso ideológico de la izquierda, su deplorable gestión, su revanchismo, su frecuente falta de preparación, su interesada “revisión histórica”, su mala fe, su destrozo en política exterior, sus divisiones internas, su fracaso en políticas de inmigración, su jaque mate a la Constitución, su lamentable relación con ETA, su desprecio por las víctimas del terrorismo, su política de desmembración de la Nación Española... todo queda tras las cortinas de humo de sus fieles y leales periodistas escuderos.

Así vamos. Y no veo aires de cambio. Tenemos el Gobierno que nos merecemos. Hoy estoy pesimista.

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